Después de varias llamadas desde el móvil, me di cuenta que todo el trabajo de ayer no había servido para nada y debía buscarme la vida de nuevo desde el principio en Sadar Bazar.
Mi querido Old Delhi comparado con este sitio es un parque de Walt Disney. La zona era la adecuada y empecé a entrar en tiendas de mochilas, metiéndome cada vez más el las profundidades de las callejuelas. El ambiente estaba muy cargado. Las miradas de la mayoría de la gente que me cruzaba eran intimidadoras, nada habitual en otras partes de Delhi. El día era oscuro y lluvioso y toda la calle formaba un barrillo mierdoso, perdón, pero es una descripción objetiva. Todo esto me empezaba a poner nervioso, a pesar de contar de la ayuda de mi conductor, que no estaba muy decidido.
Después de cinco intentos en los que no conseguí un buen precio, en algunas sólo un NO de manera rotunda; en otras negocié con auténticos gansters, de película, que a pesar de contarles que es una causa solidaría, seguían intentando vender las mochilas con su margen, de una manera ruda y agresiva, gente despreciable e ignorante, sin ningún tipo de principio absorbida por la codicia del dinero.
Y lo seguí intentando a pesar de todo. Me decía a mi mismo... una más, es cuestión de encontrar a una buena persona con corazón. Y apareció, un sikh llamado, Satguru Teri Ott, nos vendió las mochilas después de regatear un poco por 55 rupias cada una. Le dije que era una buena persona varias veces y no me dejo marcharme, hasta después de invitarme al refresco más frio de todo Sadar Bazar, un vaso de Linca, como limonada que me sentó como los ángeles.
Después, contento como un niño con zapatos nuevos, me pasé por el colegio de hoy para preparar la visita, y estuve en el parque de cerca haciendo fotos a los niños que jugaban. Toda la tensión que arrastraba de Sadar Bazar se convirtió en calma de manera instantánea. Hoy más paz todavía. Nos vamos!!. Luego os cuento cómo ha ido.
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